Relato de No Ficcion


Sean bienvenidos a mi blog. El día de hoy les traigo un relato que escribí para la materia de Lengua y Literatura.


—¿Un fallo en el reactor cuatro? — Pregunté mientras repasaba una y otra vez las hojas de
mi informe sobre el tema, más por hacer algo que observar a mi aburrido interlocutor.
—Sí, sí… — Dijo él, más concentrado en su reloj de muñeca que en mi persona.
Suspiré apesadumbrada, Iván se notaba cada vez más ido. Podría entender que para sus
86 años esto podría ser mucho pedir, pero lo necesitaba, él había estado entre miles de
personas ese 26 de abril de 1986.
—Y si no me equivoco…¿31 muertos, no? — Dije sin levantar la vista de una de las hojas,
la cual nombraba a algunas de las víctimas del suceso. — Un accidente bastante-
—¿Accidente? Eso no fue un accidente. — Su interrupción me tomó por sorpresa, su tono
ahora mostraba interés y tal vez algo de enfado, lo miré y esta vez sí me observaba. — Lo
que pasó ese día se pudo haber evitado. — Continuó. — Si esos malditos de los altos
mandos hubieran prestado un poco más de atención en la construcción de la planta nuclear
que en sus queridos enemigos todo esto no habría pasado.
Guardé silencio por unos silencios, esperando que dijera algo más, pero al ver que no
parecía querer continuar por su voluntad decidí empujar un poco.
—Señor Braginski, cuénteme lo que realmente pasó. — Lo animé, no iba a dejar pasar la
oportunidad que tanto buscaba.
Mi receptor se acomodó en el sillón y dejó que su mirada se perdiera en el techo, como
rebuscando en lo más profundo de sus recuerdos.— Como dije. — Retomó. — Desde un
principio la planta Vladimir estaba condenada al desastre, quienes la diseñaron al parecer
no tenían la menor idea de lo que hacían. Agreguemos que los pobres tipos que trabajaron
allí, incluyéndome, no tenían en sus “manuales” lo que se conocería como Cultura de
Seguridad.
—Espere.— Lo interrumpí. — ¿Usted trabajó ahí?. — Traté de ocultar mi enfado, no podía
creer que me había guardado un dato tan crucial como si nada.
—Cómo escuchó, señorita, yo trabajé; desde hacía varios años me encontraba viviendo en
el pueblo de Chernóbil, con mi esposa y mi hija ¿Sabe? Usted tiene un poco de parecido a
ella, ay mi Natasha, más le vale que venga a visitarme la semana que viene que ya hace un
mes desde que vino, perdón, me fui del tema. — Se aclaró la garganta antes de continuar.
—Ese pueblo fue construido para los trabajadores de la planta nuclear, así que cada
mañana me levantaba y directo a trabajar, una rutina que ya me tenía harto.
El sol aumentaba a bajar y sus últimos rayos se filtraban por la única ventana de la
habitación, manchando nuestros rostros de anaranjado. En cualquier momento tendría que
encender la luz, pero por ahora no quería arruinar la atmósfera.
—Mi mujer siempre me decía “Иван, vayámonos de este lugar, tú y yo sabemos muy bien
que cualquier día habrá una catástrofe” ¡Y cuánta razón tenía mi amada Yekaterina! Yo muy
terco le insistía que sabíamos lo que hacíamos. Desde el desastre nunca más le volví a
llevar la contraria. — Me miró divertido un segundo al hablar de su esposa, luego su
expresión volvió a explorar en sus recuerdos.
—Un día mis superiores vinieron con el deseo de realizar una prueba que nos involucraba
solamente a los que éramos del turno de la mañana. Consistía en demostrar que nuestra
planta podía soportar las bajas de potencia ante un corte de energía. Parecía seguro y se
tomaron el tiempo necesario para instruirnos…¿Para qué? Para que al final los
desentendidos del turno tarde tuvieran que llevar a cabo la prueba. — Apretó los dientes y
tragó saliva, su enojo era claro.
—Tómese su tiempo, iré a preparar café, enseguida vuelvo. — Me retiré de la habitación,
necesitaba dejarlo acomodar sus ideas a solas. Regresé con una bandeja con las dos
tazas, la dejé sobre la mesita entre ambos sillones y me acomodé en mi sitio.
—Gracias, señorita. — Por fortuna se le veía más calmado. Vi como sacaba de su abrigo
una vieja licorera y vertía el contenido en su café ¿Vodka quizás? Dio un sorbo a su taza y
decidido continuó por donde lo había dejado.
—Usted ya sabe el resto, lo de falla en el reactor cuatro por sobrecalentamiento y como
todo se fue a la дерьмо. Como los bomberos trataron de hacer su mayor esfuerzo para
controlar las llamas y nadie les avisó que debían ponerse trajes y máscaras de protección
radiactiva. — Negó con la cabeza lentamente. — Esos hombres sí que murieron en vano,
incluido mi pobre hermano. — Sus ojos se tornaron vidriosos.
Ninguno de nosotros habló hasta terminar el café, viendo como el sol desaparecía por
completo.
—Cuatro día tardaron. — Al escucharlo aparté la vista de mi taza vacía.
—¿Disculpe?
—Cuatro días tardaron en sacar a todos los habitantes de los alrededores, ignorantes de la
gravedad de la situación. Nadie estaba protegido, vivían sus rutinas sin darse cuenta de
nada, creían que sólo había sido un simple accidente. Nada grave decían, por favor, las
cámaras que venían a grabar la situación mostraban destellos blancos en el aire por la
radiación del ambiente. Ese 26 salió humo amarillo y azul, eso no se podía decir que no era
grave.
Ahora más que enojado, el señor Braginski sonaba indignado, y con toda la razón del
mundo.
-Todo porque no querían que los norteamericanos se enteraran. Al final se enteraron
primero los suecos, después el mundo, los satélites no pasaron por alto el calor que
irradiaban los restos. Esos restos eran los más peligrosos, fun un milagro que construyeran
el sarcófago en tan poco tiempo, hubiera sido un caos mucho peor.
—Supongo que estará enterado que hace poco construyeron un sarcófago nuevo.
—Por supuesto, y espero que esa bestia del tamaño del Titanic y la estatua de la Libertad
cumpla con lo prometido.
Ya era tarde, Iván se veía cansado, yo también lo estaba, lo mejor sería terminar esto.
Como si me hubiera leído el pensamiento, el hombre habló.
—En fin, miles perdimos nuestros hogares, familia y amigos. El gobierno sigue pagándonos
hasta el día de hoy, pero ni todo el dinero del mundo me regresará a mi hermano. — Se
puso de pie y se dirigió a la salida, lo acompañé.
—Espero que les haya servido de lección…
—Créame, señorita, eso fue sólo el principio del fin. — Y sin más, se marchó.

Espero que les haya gustado. See ya~

Comentarios

  1. Gracias infinitas Ro por este espacio maravilloso que creaste, ojalá lo sigas cuando termines el secundario, me encantaría seguir leyéndote. Ha sido un placer inmenso leerte y acompañarte en este recorrido. Sos muy talentosa! Lo mejor para vos!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares